lunes, 28 de noviembre de 2011

Mujeres y guerra: algunas aman a los violentos


Publicado en La Silla Vacía, Noviembre 29 de 2011

A los hombres más violentos nunca les falta pareja. En los EEUU, los condenados a muerte escogen entre varios amores por carta. En Colombia también hay mujeres que aman a esos hombres que matan. Novias de sicarios, reinas de mafiosos o compañeras de rebeldes lo recuerdan y la coordinadora del informe Mujeres y guerra  incidentalmente lo confirma. Cuenta que oyó millones de veces que "las muchachitas buscaban a los paras”. Aún así, afirma que "eso puede ser, algunas, pero muchas no, no es justo meterlas en el mismo paquete" con las violaciones. No explica por qué el coqueteo o los polvos voluntarios que nadie registra son tan escasos que no merecen discusión. Si se oyó el rumor, ¿qué tal que fueran muchas las que van tras su guerrero y les queda gustando? En el país eso ha pasado hasta en los medios favorecidos.  Dos mujeres lo revelan. 

Mª Eugenia Vásquez, Emilia del M-19, universitaria, estuvo en la toma de la Embajada y tuvo un tórrido romance con Alfre“En esos dos meses recorrimos lo que muchas parejas en años, el amor era intenso, era el contacto con la vida y era sobre todo el inagotable generador de fuerza conjunta … En momentos en que el futuro es el minuto siguiente se disfruta al máximo estar en este territorio tan plenamente … Nuestro amor robaba minutos al descanso, jugueteando, rodando en el piso del baño, tallados en todos los huesos por las cananas, la granada o la pistola, o si la separábamos de nuestro cuerpo por momentos mientras una mano recorría la tibia y escasa piel descubierta al amor y la otra reposaba sobre la frialdad del acero. Nunca fueron más bellos los apuros y la incomodidad, nunca el amor tuvo más de goce y de angustia mezclados, nunca la ternura fue más viva”.
En Amando a PabloVirgina Vallejo describe una escena de amor armado con el gran capo. Tras regalarle una Beretta 9 mm, él le enseña a usarla. "Vas a convertirte en mujer de un guerrero y vine a explicarte lo que van a hacerte los organismos de seguridad ... Lo primero (será) arrancarte la ropa ... y tú eres ... la cosa más bella del mundo, ¿verdad mi vida? Por eso vas a quitarte ya ese vestido y te paras frente a esos espejos. Obedezco, porque siempre he adorado esas miradas inflamadas que preceden a todas sus caricias. Pablo descarga la Beretta y se coloca tras de mí ... Una y otra vez aprieta el gatillo, y una y otra vez me retuerce el brazo hasta que no aguanto más el dolor y aprendo a no dejarme desarmar ... No puedo dejar de pensar en dos luchadores espartanos ... Me somete una y otra vez mientras va utilizando toda aquella coreografía como una montaña rusa para obligarme a sentir el terror, a perder el temor, a ejercer el control, a imaginar el dolor ... a morir de amor ".
La mujer seducida por un potentado no sorprende. La enamorada de un matón es rara, y si divulga detalles del romance ya es excepcional. Por eso son valiosos estos relatos que muestran un vínculo misterioso entre el deseo femenino y la violencia. En el país han sido muchos los asesinos y demasiadas sus amantes como para ignorar esta faceta tan intrigante de la sexualidad de algunas mujeres, que no siempre tiene que ver con el arribismo. Es un hecho que los violentos tiran más y tienen más parejas, no siempre forzadas. La evidencia es sólida y da para escribir más. 

Los testimonios sugieren que el peligro, la tensión y el estrés, tal vez por la adrenalina, refuerzan la química del sexo. El goce con angustia atrae y cautiva. Un arma puede ser excitante, así la porte un insurgente como Alfre o un reaccionario. La anotación no sobra, pues parecería haberse extendido hasta la pareja el estatus especial del rebelde, con quien sí puede haber amor genuino. Con los narcos se cree que es comprado y con los paras forzado; para pasiones comparables, Emilia se consideracélebre, Virginia patética y las jóvenes que buscan paras ni cuentan.

Un psiquiatra estudioso de los amores con violentos da una pista. "Es difícil imaginar algo más excitante que tener el control sobre alguien lo suficientemente poderoso como para quitarle la vida a otro". Así, habría política en esos romances, y no la tradicional. Se trataría de mujeres ávidas de poder que manipulan, explotan o someten con sus encantos a los machos alfa. Algunas lo logran, y con más de uno. La Bella Otero es la plusmarquista mundial con unas ocho majestades en su haber entre las cuales un sospechoso de genocidio. Virginia ostenta el récord nacional con varios cacaos y, por poco, los dos capos mayores. Emilia se comió a más de un comandante, posicionándose bien en la clandestinidad. Este podium debe servir para entender las ligas menores, las muchachitas cuya ambición de poder es más modesta: municipal o veredal

Un terapeuta experto en altibajos de pareja llama besadora de sapos a quien espera “transformar con amor a cualquier hombre”. Una variante es la enfermera de turno, la altruista que necesita dolor, sangre y heridos de quien ocuparse. Esa pista también da luces distintas a la de víctima. De nuevo, la política contamina el romance pero más a la izquierda: "me sacrifico por curarlo y salvo al mundo". Parte de eso pretendía Virginia amando a Pablo.

Quedan cosas por entender. Ojalá más novias contaran por qué y cómo amaron a sus violentos. Para no quedar en relatos light de muñecas de cartel, ni en rumores de adolescentes deslumbradas por paras, sería interesante tener más testimonios de mujeres maduras, educadas como Emilia y Virginia, incluso feministas, que también hayan tenido su desliz con un guerrero. En un conflicto tan largoseguro que las hay. Permitirían refinar el guión del lado femenino de la guerra. 

Referencias
Más sobre la Bella Otero

No todos somos igual de machistas. Un índice de machismo

La Real Academia define machismo como una “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Wikipedia resume la definición de los movimientos feministas como "el conjunto de actitudes y prácticas aprendidas sexistas vejatorias u ofensivas llevadas a cabo en pro del mantenimiento de ordenes sociales en que las mujeres son sometidas o discriminadas". Algo que no lleva lejos si uno quisiera medir el machismo y compararlo entre dos épocas -por ejemplo para saber si persiste y toca cambiar de estrategia- o entre dos lugares, para definir dónde se vive o se va de vacaciones.

La caricatura que ofrece el flominismo es aún más difícil de operacionalizar. Los síntomas de "la peste machista que sigue devorando a Colombia" pueden ir desde un proceso penal plagado de irregularidades contra una mujer hasta la letra de los villancicos que se cantan en las novenas. Son escasas las afirmaciones que se puedan contrastar con algún tipo de evidencia. Y es poco lo que sugieren que se pueda hacer, salvo angustiarse por milenios de historia, callar, meditar o llorar. O rezar para que la sociedad, la naturaleza humana y el pasado se transformen.

Sea lo que sea, el escenario de partida parece simple: ellas, todas, contra nosotros, todos, también en bloque. Siempre le he tenido fobia a las masas, más aún cuando se suponen homogéneas, entusiastas o combativas. Como en la tribuna de hinchas en donde “se atreven a insultar y humillar en tanto que masa, confundidos con otros de su misma especie, jaleándose y envalentonándose mutuamente ... Se sienten impunes porque en esos lugares es casi imposible que sean individualizados”. Lo siento pero, fuera del estadio, el mundo varonil es más sutil, heterogéneo y complejo.


Salvo para un conjunto reducido de detalles, como no poder quedar embarazado, o siempre vivir "pensando en eso", le tengo hartera a dejarme clasificar con todo el género masculino, de cualquier lugar y de todas las épocas. Con respecto al machismo, me siento distante de los inquisidores, de los ingleses victorianos y de los mareros o los polígamos contemporáneos. En el otro extremo, tampoco compito con Poncho Rentería, que mantiene una activa pelu-tertulia y ha mostrado ser un buen feminista, que rompe silencios. Para no ir tan lejos, entre la gente de mi entorno, en una escala de uno a diez, conozco hombres m1 –machista 1er grado- y algunos m7 o m8. No es sensato meternos a todos en una misma talla M. Sobre todo si se trata se cambiar leyes, normas y costumbres.

Por estas razones, me pareció útil tener alguna medida que permita superar esa caricatura cuya simpleza sólo invita a la inacción. O a enervarse con un simple piropo callejero. Tal como está, el discurso contra el patriarcado no ayuda ni siquiera a discriminar los dolientes recuperables, como nuestros escritores jóvenes, de los casos terminales sin esperanza de salvación, como Berlusconi, los mafiosos o Jean Paul Sartre. Me pareció útil identificar un conjunto de variables que contribuyan a focalizar los esfuerzos, para no seguir en este despiste angustioso, desgastador e improductivo, de buscar erradicar todo lo que los prejuicios de las más combativas dicen que huele a machismo.

Aunque incompleta, una fuente de información útil para este ejercicio es la Encuesta Colombiana de Valores (ECV). Con algunas de las preguntas incluídas allí, relacionadas con las actitudes ante el dilema entre el trabajo y la familia construí un índice de machismo –con la metodología que se detalla aquí- que varía entre 0 y 10. El valor 0 es la calificación mínima posible de valores machistas que obtuvo una muestra representativa de gente real colombiana. Esa nota sería la de alguien que, ya redimido, se puede denominar feminista. El 10 sería la calificación de un vulgar machista con la desfachatez de un Berlusconi de papel, o sea sin el poder y los recursos para darle rienda suelta a los instintos como hace el gobernante italiano.

La primera conclusión de este ejercicio es que eso del machismo, al igual que cualquier característica humana, masculina o femenina -como la tendencia a engordar, la estatura, la rapidez para leer o la orientación sexual- no se presta bien para armar tan sólo dos equipos ideales, unos que sí y otros que no. Sería más fácil para las luchas y cruzadas que el mundo fuera así de nítido, pero no lo es. Por lo general, hay una repartición de los puntajes, con un valor más común o más frecuente -que en la jerga técnica y el lenguaje corriente recibe el mismo nombre- la moda, alrededor de la cual las notas de las demás personas se distribuyen. Unos tienen más que ese valor y otras menos.


Para el machismo en Colombia, la distribución está más concentrada del lado de los valores bajos que en la mitad de la escala, o hacia el extremo superior. Entre 0 y 10, el valor más frecuente del índice de machismo resultó ser de 2. Es la calificación del 26% de las personas que respondieron la ECV. Así, lo que hay de machismo en el país es:
a) un trozo importante de gente –hombres y mujeres- digamos que a la moda,
b) que esa moda no es tan terrible como la pintan, pues es de 2 sobre 10, y
c) que allí coinciden una proproción ligeramente mayor de mujeres (29%) que de hombres (23%).

Para facilitar la presentación gráfica y la comparación con otras variables se puede reagrupar la muestra en tres categorías definiendo como feministas a quienes están por debajo de la moda, (notas de 0 y 1), como ni F ni M a quienes rondan la moda, con 2, 3 o 4 y como machistas a quienes, con 5 o más, se alejan de la moda hasta el tope de 10. Este último grupo, la cuarta parte de los hombres y el 19% de las mujeres, sigue siendo el más heterogéneo. Pero esos casos graves son los que deberían recibir atención prioritaria.

Concedo que no es gran cosa dar toda esa vuelta para pasar de "machista o no" a tan sólo tres categorías. El avance con relación a la burda caricatura del flominismo –ellas 100% feministas contra ellos 100% machistas- es que aquí son seis categorías, pero repartidas: tres para hombres y tres para mujeres. Además, y allí radica la principal utilidad del índice, se puede tener información sobre los elementos que se asocian con los valores altos del machismo. Es lo que los epidemiólogos llaman factores de riesgo, que sirven para tener una idea de por dónde atacar las dolencias sin tener que meter a todos los sospechosos en tanques con criolina.


Una segunda conclusión es que la pelea contra el legado de los patriarcas no es de todos contra todas. Como cualquiera puede constatarlo en su casa o trabajo, la mayor parte de los colombianos y colombianas siguen en sus asuntos cotidianos sin amargarse por el peso de la historia, y sin que ellos las estén siempre sometiendo a ellas. Por fortuna para quienes no estamos buscando cambiar radicalmente el mundo y la naturaleza humana, sino tratando de arreglar algunas cosas poco a poco y de manera pragmática, empezando por lo más grave, casi la mitad de las personas en Colombia se ha ido alejando, sin aspavientos ni gritería, de los extremos machistas que, eso queda claro, aún persisten. Con valores del índice de machismo entre 2 y 4 sobre 10, el 60% de las mujeres y el 61% de los hombres en el país parecen haberse acomodado a las nuevas épocas. Soportamos palo en las columnas, y hasta disfrutamos la Marcha del Orgullo Gay en Bogotá. Aún no todos hacemos pipí sentados, pero hacia allá vamos paulatinamente.

Un resultado sorprendente de este ejercicio es que, para los mismos niveles globales de satisfacción de mujeres y hombres, medidos como la proporción de personas que se sienten muy felices con sus vidas, para ellas se observa que el bienestar crece con el machismo, mientras que para ellos se da justamente lo contrario, los hombres feministas se sienten mejor que los machistas. Parecería útil indagar más sobre esta insólita tendencia que, por lo pronto, tiende a desvirtuar el rollo de que los valores patriarcales son una responsabilidad exclusivamente masculina.


domingo, 27 de noviembre de 2011

El machismo según colombianas reales


Friederike Harter

Cuando se abandonan las caricaturas universales o las preocupaciones intelectuales y profundas por el patriarcado milenario -que reflejan desinterés por la evidencia y poco ayudan a resolver los problemas concretos de colombianas reales y contemporáneas- y simplemente se sale a la calle en algún lugar del país a observar, se hace evidente que la cuestión del machismo es compleja y con matices. Se puede ilustrar esta anotación, y apoyar el principal resultado del índice de machismo construído para Colombia, con el testimonio de mujeres de Medellín sobre el machismo. Aún corriendo el riesgo de una muestra no representativa de las paisas de principios de los 90 -al ser recogida por una intelectual extranjera, tal vez centrada en destacar la precariedad de sus derechos- el resultado es mucho más sutil, ponderado y útil para el debate que las figuras decimonónicas simplistas.

Dioselina, nacida en los años cuarenta, de origen campesino, madre de ocho hijos y ama de casa. “Por qué se queda uno con el marido si no hay amor, ni respeto, ni nada bueno? ... El padre (de sus hijos) en este momento está viviendo por aquí, en el barrio, pero siempre se mantiene con unas viejas … Fueron siete hijos pero porque se iba, me dejaba, y al año que ya encontraba el otro nacido, venía y me dejaba otro y volvía y se perdía … Y siempre tenía otras mujeres y era borracho, pero no fui capaz de dejarlo”.

Rocío, nacida en 1942, casada, cinco hijos, ama de casa. “Yo me casé de diecisiete años, entonces a los veinte todo el mundo estaba quedado … Uno estaba ahí como una reina entre nubes de quien sabe qué … Antes del matrimonio trabajé poquito tiempo con este señor marido mío … Y como había dejado a su amante allá en Manizales entonces tenía que estar yendo y viniendo … Ella era casada, ya no vivía con su marido … no había forma de casarse con ella. El obstáculo más grande era su mamá, que era muy importante para él y nunca le hubiera aprobado esa mujer … Tampoco le era fiel a esa mujer, él conseguía en cada borrachera una … Fue por su mamá que se metió en semejante lío tan horrible (casarse con Rocío, que era virgen) .. (La noche de bodas) él salió y se acostó en un bordecito de la cama, así y no se volteó en toda la noche y así amaneció … Y la otra noche sí se acostó conmigo. Pues a mí me pareció horrible eso, eso no era nada bueno y me vino la menstruación y me puse muy enferma y él me gruñía por todo … Nunca fue buena esa parte de mi vida, la sexualidad, porque, primero, era una obligación y, segundo, él no era un buen amante, era un tipo de eyaculación precoz … La economía ha sido una carga muy pesada porque el otro dilapidó todo, se gastó todo y lo tiró a la jura en prostitutas, en viajes, en malos manejos”.

Cecilia, nacida en 1955, soltera, ingeniera química. “Tuve una adolescencia mística horrible. Me dio en un tiempo por pensar que tenía vocación religiosa … Éramos, somos, once hermanos en la casa, yo soy la tercera. Mi mamá no quería sino tener uno, el primero pero bueno, el medio donde vivía, la religión, mi papá … tuvo once, diez indeseados … Fue una mujer muy inteligente que aparentemente nos dio mucha libertad, pero realmente nos marcó mucho, muchísimo y más a las hijas. Por ejemplo, ninguna de las hermanas somos casadas … Yo no vine a sufrir el machismo sino hasta que llegué a la universidad y ahí dura un semestre, realmente, porque llegan los muchachos de su casa con una educación machista, se encuentran con las compañeras, se burlan, se ríen, hasta que se dan cuenta de que no hay tal, de que están en plan de igual a igual, o incluso que las mujeres podemos superarlos … Uno realmente sufre el machismo es en el trabajo, ahí sí golpea duro … Yo realmente me he enamorado muy pocas veces, muy, muy pocas … Mi vida ha sido muy medida por la razón y para mí la sexualidad es, cómo te dijera, yo creo que soy más bien fría”.

Juana, nacida en 1973, casada, estudiante. "Está bien que mi papá tenga otra mujer, pero que mi mamá no se dé cuenta, que la respete ... El que ahora es mi esposo tenía esa idea, que las mujeres tenían que llegar vírgenes, y no sé, de pronto se le ha quitado todo eso, porque desde novios lo preparé, porque yo sabía que él era muy machista. Entonces, yo lo cambié primero en ideas pa' después ...¡no, de verdad!".

Lía, nacida en 1960, dos hijos, médica. "(Mis padres) no nos encerraron en ese cliché hombre-mujer, o sea que en mi casa los hombres trapeaban, limpiaban, podían cocinar, lavar platos y tenían responsabilidades también con la ropa. Y a las mujeres nos enseñaron otras cosas, por ejemplo a disparar ... Al consultorio muchas veces me llegan niñas, mujeres no casadas, con la preocupación de si son vírgenes o no ... Qué importa eso -les digo- siéntase virgen si quiere ... (Mi esposo) en estos momentos no sabe si yo fui virgen o no. Nunca hemos hablado de eso".

María, de 1940, soltera, empleada del hogar. "Nosotros éramos catorce, quedamos diez; y hermanos medios son nueve, de una mujer son siete y de otra uno y de otra una. Eso fue en el mismo tiempo que mi papá estaba con mi mamá, que era la esposa, estaba con la otra, con la de los siete ... El moreno, por lo regular, deja a uno embalao con los muchachos, por conseguirse otra y otra y otra ... Nunca nos casamos, porque estando en embarazo de la muchacha, de esta última, se casó él, se casó porque tenía una novia y que la había perdido y que se tenía que casar con ella ... Y a los seis meses de haberse casado, él volvió y lo recibí, ya después me cansé ... Él siempre ha vivido con la esposa, pero con ella no tiene hijos, tiene más, pero por otro lado, ¡ay!, no ¡qué horror!".

Lucila, de 1973, trabajadora. "Y sí, he conocido pelaos de la sociedad alta ... Y a mí si me parecía que eran diferentes, más serios. Los pelaos de mi barrio eran los peores ... Entonces me conseguiré un muchacho de la alta, para que me prepare, o mejor un viejo, es que mejor los hombres de experiencia que uno sardinito ... Ellos son más serios; no buscan estar pues con todas las mujeres coqueteando, no, sino con una sola".

O sea que el machismo en Colombia no siempre muerde tan duro, como constató Cecilia en la universidad, demostró Juana preparando a su marido desde el noviazgo y supo Lía desde niña viendo a sus hermanos haciendo oficio doméstico. A veces la que más daño hizo, o la que tomó decisiones cruciales para el varón, fue una matriarca de esas que mandan. Según estas paisas, buena parte de los problemas no requieren ayuda del Congreso, o de la Corte Constitucional o de alguna ONG. Son arreglos domésticos, mecánica casera y nacional. Basta con identificar el daño y el doliente concretos y tratar de arreglarlos. Para lo que se requiere ayuda externa, por ejemplo, es para el machismo en el entorno del trabajo, que es donde Cecilia opina que se sufre más, donde "golpea duro". Paradójicamente, un tema como el acoso laboral no ocupa un lugar prioritario en la agenda flominista, aparentemente más preocupada por desprestigiar los arreglos de pareja anticuados que por ir a meter miedo con lo que pasa en las oficinas o las fábricas. De eso hablan más algunos columnistas hombres, que recuerdan como, en Medellín, los abusos en el trabajo no han cambiado mucho desde 1948, cuando se publicó la Mujer de cuatro en conducta.

Las mujeres pragmáticas de antes entendían con meridiana claridad lo mismo que sugieren las historias de Dioselina, Rocío y María, o la de los papás de Juana. Que en este país, cuando el machismo realmente hace daño, es con esa pendejadita que a Florence Thomas le parece tan simpática y banall'infidelité. Oh la la, qué despiste. Tiene mejor puestos los pies sobre la tierra colombiana Lucila, que a pesar de su bajo nivel educativo, definió como prioridad para emparejarse, sacrificando juventud y arriesgándose a un patriarca, que el muchacho fuera serio, pa' ella sola.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El poder, ¿para qué? Para tirar y tirar, como Berlusconi

Publicado en La Silla Vacía, Noviembre 15 de 2011

A mediados de los 90, la violencia en el país rondaba su pico histórico. Para ayudar al diagnóstico, la Universidad del Rosario invitó a Isaac Erlich, reputado economista del crimen, a dar una conferencia. Esa noche, en una comida con violentólogos, Erlich mostró ser un académico serio: sólo hizo preguntas. Se le habló de chulavitas, pájaros, esmeralderos, marimberos, narcos, sicarios, milicianos,  guerrilleros y paras, de delito político y común, de fronteras porosas y de alianzas hasta con los legales. Ante tal avalancha, exasperado por el desafío de encasillar tanto matón en sus modelos, rogando por una síntesis, preguntó: “¿y qué es lo que quieren?”
Luego del súbito silencio aproveché mis lecturas extra curriculares, para responderle: sexo, ¡por supuesto! La carcajada fue general. Así ocurre siempre que asocio eso con la violencia. Erlich sí tomó en serio el apunte y lo encadenó con una  anécdota. En conferencias internacionales, coincidía con un personaje peculiar, ex ministro ruso, que había tenido poder y dinero pero no simultáneamente. En el gobierno soviético mandaba sin límites y ganaba una miseria. Tras la caída del muro, como financista en Londres, le pagaban una fortuna pero era un don nadie. Para aprovechar ese experimento natural, Erlich le había preguntado:

- Entre el poder puro en la URSS o la riqueza anónima en un banco, ¿qué es mejor?
- El poder, de lejos
- ¿Por qué?
- ¡Más mujeres!

¡More girls!, mucho sexo, así de simple había sido la respuesta del ruso a la inquietud esencial de don Darío Echandía.
Hace pocos años, tras la presentación a eventuales usuarios del portal Verdad Abierta pregunté si no abrirían una sección con asuntos de alcoba de los paras. La risa fue unánime: ¡ja ja!, claro ¡parasex! Nadie mostró curiosidad por las aventuras sexuales de los poderosos ilegales y la discusión retornó a temas trascendentales como el problema de la tierra. La información sobre esa característica de la violencia volvió a quedar relegada a la literatura light que se vende en los semáforos y a las telenovelas que los analistas serios poco aprecian.

El reciente giro de la política italiana lleva a insistir en el punto del amigo ruso de Erlich: el sexo frecuente y variado es una preocupación permanente y una prerrogativa importante de los poderosos. A cualquier nivel, del barrio al imperio, quien manda en un territorio se aficiona con ahínco al sexo. En Colombia y el mundo, en cualquier época, la evidencia al respecto es abrumadora. Con la excepción de algunos dictadores o comandantes bizarros, la obsesión por tirar es proporcional a la arbitrariedad y desmesura del poder. Es como si, libre de normas y restricciones, ese instinto tan reacio a la saciedad se desbordara con inusitado vigor. Al sumar varios tipos de poder -político, económico, mediático- el afán de conquista se multiplica, como en Berlusconi.

Cuando el Cavaliere asimile que fuera del Quirinal ya no podrá organizar orgías salvajes, como el bunga bunga aprendido de Gadafi, ni meter a sus velinas en las listas electorales, ni nombrar en cargos públicos a las mujeres con las que se acostaba o quería hacerlo, ni contar con una consejera regional que le consiga incontables amantes, le dolerán aún más los gritos de ¡payaso! con los que lo despidieron los italianos.  Una de sus primeras declaraciones fuera del gobierno ha sido que seguirá en la política. Pero la pérdida de poder es evidente. Como el ex ministro ruso, se enfrentará al hecho que el dinero no basta para siempre tener más mujeres.  
Si no se los dan, los potentados pagan. Algunos lo toman a la fuerza con descaro e impunidad. Pero de manera lamentable para el resto de nosotros, la adicción al sexo de quienes están en la cumbre casi siempre es correspondida. Reyes, presidentes, ministros, magistrados, comandantes y matones de barrio definitivamente gustan. Los que ascienden rápido, también. En Sexus politicus se ofrece una buena prueba de lo afrodisíaco que alcanza a ser el poder. A la celebración del 14 de Julio en el Elíseo se permite que los empleados lleven sus invitadas. Un simple paseo por los salones del magno palacete, como diciendo "mira lo cerca que estoy", les permite llenar su agenda de citas románticas por varios meses. 

En Colombia, por desgracia, sabemos poco del flirteo en los palacios o despachos oficialesCon los políticos y los cacaos públicos optamos por el esquema francés, respetuoso de la intimidad. Tratar el tema en los medios se considera chisme y amarillismo. Puede ser lo más prudente, pero hay un dilema inevitable: la discreción encubre abusos. Para controlar la corrupción rampante, más prepago que recatada, habrá que empezar a hablar de eso. Sobre las aventuras sexuales en el bajo mundo ha habido mucho testimonio, bastantes guiones y escaso debate cuando no hay víctimas. Se considera algo cursi e intrascendente. 


De todas maneras, el sexo de los poderosos es una pista útil para entender la violencia, y en ciertas circunstancias la política. Los italianos pagaron caro no haber tenido en cuenta algo tan primario, atávico y universal. El Pueblo Violeta tardó en despertar del letargo para declarar un Día sin Berlusconi y recordarle algunos principios constitucionales. Y fue necesario un empujón exterior para desatornillar del trono a un macho tan primitivo. 

De su visita a Bogotá Isaac Erlich se llevó inquietudes sobre la violencia y alguna bibliografía. Es probable que a estas alturas ya le haya contado a su amigo ruso que en un exótico país suramericano hay toda una gama de poderosos que no cesan de disparar. Para tirar y tirar, como hizo un tal Silvio hasta la semana pasada. 

lunes, 7 de noviembre de 2011

Un legado del M-19: el Síndrome de Esto-es-el-Colmo

Publicado en La Silla Vacía, Noviembre 8 de 2011

En 1973, Kristin Ehenmark, cajera de banco sueca se enamoró de Erik Olsson, el asaltante que la mantuvo retenida con sus compañeros por cinco días. La insólita reacción fue denominada Síndrome de Estocolmo (SE) y desde entonces se utiliza para describir el extraño vínculo emotivo que puede surgir entre un captor y su rehén.El término fue acuñado tras ese incidente, pero se sabe que el SE también surge en otros contextos. En abuso infantil, violencia doméstica, proxenetismo o cualquier relación de dominación, puede darse la extraña respuesta de amar al abusador. 

En la época del Caguán, ante el afán por tomarse fotos y entrevistar a curtidos secuestradores aún con rehenes en su poder, mi desconcierto fue tal que alcancé a sugerir que sufríamos un Síndrome de Estocolmo colectivo. Estaba errado. El rechazo a las FARC se hizo evidente después.  
Es probable que el M-19 haya logrado su exitosa reinserción por haber renunciado oportunamente al secuestro. Sin rehenes ni tantos enemigos viscerales, las negociaciones fueron factibles. No sólo es el único grupo armado que ha reportado algún SE entre sus víctimas cautivas, sino que en su historia aparece una leve variante del trastorno: el Síndrome de Esto-es-el-Colmo (SEC). Un ejemplo contundente lo cuenta  Mª Eugenia Vásquez, La Negra, que se enamora de Ramiroun compañero militante en una manifestación estudiantil, cuando eran violentas. "Apareció como Don Quijote, con un ladrillo en su mano, dispuesto a noquear a un policía a caballo que me acorralaba en una agitada pedrea. Sucumbí a su heroísmo. Con un hombre como ese, los sentimientos podían ser compatibles con la teoría". 
Peggy Ann Kielland, del teatro La Candelaria relata otro SEC fulminante. En el entierro simbólico de Camilo Torres, "antes de recibir un bolillazo, un brazo largo me agarró y me arrastró ... A una cuadra había un camión de gaseosas y de pronto todos comenzamos a bajar cajas y a tirar botellas a la policía ... El Flaco nos hizo entrar a El Cisne ... Era la primera acción en que yo me involucraba y estaba muy excitada. La policía entró al establecimiento. Pasamos de agache. Con este episodio, el Flaco se me convierte en héroe, es el héroe que me salva y guía". Aunque el romance se inicia meses después, es en ese momento que Jaime Bateman "entra en su corazón".
Hay obvias diferencias entre las variantes del síndrome. En el SE la víctima es sometida a la fuerza. Es por la manipulación del secuestrador que surgen el afecto hacia él y la percepción de la autoridad que acosa como un enemigoEn el SEC la persona no está retenida, ha buscado la situación de riesgo. El objeto de cariño no es un secuestrador sino alguien amigable y altruista que conjura el peligro. Además, el ataque no es un montaje, es real. Los efectos, literalmente inoculados por el miedo, sí son similares en las dos variantes. Hacia el salvador surge apego, admiración, a veces amor. De rebote, nace una tirria emotiva y perdurable contra quien lo ataca. 

Tanto el SE como el SEC podrían tener una base neurológica atada al instinto de supervivencia. El peligro hace que el contexto del susto se registre de forma duradera en la memoria. El manejo cerebral del miedo es increíblemente eficiente. Según Joseph Ledoux, "recuerdos inconscientes establecidos a través de la amígdala parecen quedar grabados de manera indeleble en el cerebro. Probablemente nos acompañan de por vida”. Los casos de Mª Eugenia y Peggy son extremos pero no únicos. También hubo posibles afectadas por el SEC entre periodistas de renombre. Algunas de ellas, o su salvador, han relatado los incidentes en los que corrió peligro su vida y que las habrían marcado.

Entre quienes desarrollan la mezcla de cariño y temor físico hacia el mismo individuo que caracteriza el SE, los terapistas  anotan que se oyen frases inusitadas como “sé lo que me hizo, pero aún amo a esa persona … no entiendo por qué, pero me encantaría que volviera”. Con el Eme, hay añoranzas similares: ¡Volvé, Flaco!. La reacción puede ser a distancia, o contagiosa. En prisión, Erik Olsson recibió muchas cartas de admiradoras. En el SEC, la nostalgia por un verdadero redentor y la rabia con su enemigo serían aún más intensas. Si la afectada es una persona progresista, preocupada por los demás, cabe esperar el deseo de compartir esa experiencia vital. Así, una eventual explicación para la buena imagen del Eme, y el desespero con el sistema, sería el contagio en cascada del SEC sufrido por algunas orientadoras de opinión. El efecto se habría consolidado con el mensaje de frescura, algo como “eran unos bacanes”, de varios amigotes, también pesados, de la cúpula del Eme.  

Si tal fuera el caso, que gracias al M-19 suframos un SEC colectivo transferido por la crema de la intelectualidad, persiste una duda. Aunque en el país en múltiples ocasiones sea obvio que "esto es el colmo", todavía no queda claro de qué o de quien nos salvaron esos audaces muchachos. 

domingo, 6 de noviembre de 2011

Ejemplos del Síndrome de Esto-es-el-Colmo

El Síndrome de Esto-es-el-Colmo (SEC) es una variante colombiana del mundialmente conocido Síndrome de Estocolmo (SE). Se trata de un mecanismo psicológico por medio del cual las personas sometidas a una amenaza contra su vida desarrollan un afecto peculiar, un cariño verdadero, por quienes las defienden y, paralelamente, una antipatía indeleble hacia los causantes del peligro.

Caso Laura Restrepo
En Mi guerra es la paz, Antonio Navarro cuenta uno de esos incidentes que pudieron tener como secuela el SEC. Ante una pregunta sobre su relación con Laura Restrepo, el ex dirigente del M-19 ofrece un interesante relato.
“La conocí a mediados de 1984 el día de la primera conversación de paz en San Francisco. Yo estaba con unos compañeros bañándome en un río cuando vimos aterrizar el helicóptero en el que venía la Comisión de Paz. Cuando íbamos a recibirlos, se armó una balacera entre el Ejército y el grupo de Iván Marino que bajaba por una colina. El helicóptero tuvo que despegar nuevamente mientras los mandos militares daban la orden de parar el fuego. Al volver se bajaron Bernardo Ramírez, Horacio Serpa y Monseñor Darío Castrillón. Y Laura. Pero la tensión seguía. Les dijimos: “Aquí hay un combate, cuidado. Hay que bajar por una loma y hablar con el ejército”. Ramírez y monseñor Castrillón improvisaron una bandera blanca con la camisa del piloto y lograron que no hubiera más bala. En ese momento vi que Laura tenía frío, así que saqué de mi morral una chaqueta camuflada y se la presté. Luego, cuando fui a Bogotá, nos vimos varias veces y nos volvimos novios. Cuando sufrí el atentado en Cali estuvo conmigo, y luego nos fuimos a México y a Cuba”.

El SE , y con mayor razón el SEC, tienen un componente positivo, el vínculo afectivo con el protector, que surge de las pequeñas demostraciones de amabilidad que ayudan a la persona bajo presión a recuperar la tranquilidad. El vínculo, además, puede darse en ambas vías. Quien custodia desarrolla sentimientos recíprocos con la persona protegida.

El SE tiene también un componente negativo de rechazo contra la autoridad que, se cree, es responsable del peligro. En el SEC, como el opositor de quien protege causa un riesgo real, la enemistad transmitida puede ser aún más intensa y persistente. En Laura Restrepo, la antipatía visceral hacia los opositores de su protector parece haber disminuido. El título inicial de su relato de los hechos, la Historia de una Traición, se convirtió en la Historia de un Entusiasmo. Hay incertidumbre en cuanto a la animadversión que persiste.

Sobre la manifestación positiva del síndrome, el cariño hacia el salvador, se sabe que no fue permanente. El mismo Navarro cuenta cómo “en total estuvimos tres años juntos, hasta que un día me dijo: “o te vas de la casa o me voy”. Empaqué mis cuatro corotos y me fui … Mi relación con Laura fue muy intensa. Nos conocimos en un tiroteo, luego vino el atentado y después el viaje a México. Cuando llegó la rutina, creo que la relación fue perdiendo sabor para ella y me botó”. Ya botado, nunca votado, la vida de Navarro dio un vuelco definitivo.
En cuanto a las secuelas sobre el protector de un alivio del síndrome tan rápido como el de Laura, los expertos aún no se ponen de acuerdo. Es probable que, inspirado por otro desamparado, este impasse llevara a Navarro a ver el mundo de una manera diferente, a replantear su estrategia política y a pensar en alguna última travesura antes de buscar acuerdos sobre lo fundamental. 

Caso Olga Behar
El mismo día en que Antonio Navarro le ayudaba a Laura Restrepo a recuperarse de un susto por un tiroteo, Olga Behar estaba aún más cerca de la acción, con Iván Marino Ospina y su grupo.
A diferencia de los rehenes que sufren el Síndrome de Estocolmo (SE) retenidos contra su voluntad, Olga Behar había buscado insistentemente la situación en la que luego correría riesgo su vida. Le había dicho a Alvaro Fayad, “cuando se acerque la firma me llama al noticiero porque quiero ir al monte para bajar con la guerrilla hasta Corinto o el sitio que se escoja”. Como buena reportera, quería estar en primerísima fila, al lado de los rebeldes.

El evento que pudo generar el SEC lo relata ella misma en Las Guerras de la Paz, un libro con título similar al que publicaría veinte años después Antonio Navarro. Colombia ha sido terreno fértil para este tipo peculiar de guerreros pacíficos. A diferencia del relato de Navarro, que hace referencia al romance posterior al incidente, Olga Behar no ha suministrado detalles sobre las secuelas del susto.

“Eran las 11 de la mañana cuando sentimos el ruido de las aspas cerca de nosotros. “Bajemos”, fue la orden y comenzó la acelerada caminata … Íbamos todos muy cargados … Durante más de una hora descendimos por trochas angostas, enredadas en un paisaje paradisíaco de verdes montañas y grises riachuelos … Los guerrilleros cantaban ...
De pronto … la ráfaga. No era un disparo que se había soltado. Era un ataque de frente hacia nosotros. Iván Marino Ospina asumió la vanguardia y recibía la información de su avanzada: “hay unos sesenta hombres, son soldados que nos disparan”. Se tomaron las primeras medidas: “fusiles adelante, pistolas y desarmados atrás” ... El tiroteo era intenso y la guerrilla estaba en desventaja … Ráfagas de metralleta y fusiles y cohetes hacían un dramático coro que duró una hora. El ejército estaría a unos 1.000 metros de nosotros. Mi camarógrafo a unos 100 metros de mí, haciendo las tomas que esa noche, vistas por la televisión, nos pusieron los pelos de punta.

Le pedí a Iván Marino Ospina una chaqueta oscura, para no ser blanco de ataques al moverme ... De pronto, me vi frente a Israel Santamaría, quien me aconsejó “vaya a la retaguardia con los desarmados”, a lo que yo le respondí: “usted no puede ser tan de malas como para morirse aquí conmigo; así es que me quedo, a ver si aprendo algo”. Creo que esa arriesgada decisión le infundió un poco más de confianza. Aceptó y comenzó a indicarme. Nos cubrimos con la pared de una casita blanca. Desde la barandita, Israel puso en funcionamiento su Fal contra algo que se movió en la distancia … “le dí, cayó para atrás”, dijo feliz, pero el guerrillero no tuvo tiempo para celebrar. Después supimos que había herido a un teniente del ejército.
Todos los disparos venían hacia nosotros del lado izquierdo. De un momento a otro salieron desde el lado derecho. “Estamos rodeados” debió pensar todo el mundo … al menos eso pensamos Santamaría y yo. Ya iban a responder los guerrilleros, cuando llegó corriendo un campesino y gritó “no vayan a disparar, es Navarro Wolf que viene del río hacia acá”.

No es arriesgado pensar que después de semejante aventura, de un susto tan monumental, Olga Behar haya sufrido un SEC, y que su impacto haya sido mayor que el de un SE tradicional. En este caso, al pánico hay que sumarle que los guerrilleros no eran captores,  ella los había buscado, se estaban defendiendo de un ataque sorpresivo del ejército, lo hacían en desventaja, poco antes bajaban cantando por idílicos parajes e iban camino hacia un momento histórico. Difícil concebir condiciones más favorables para una impronta indeleble contra quienes sabotearon tan glorioso escenario.

Caso Mª Jimena Duzán

Poco antes de las elecciones de mitaca en marzo de 1982, el M-19 invitó a Mª Jimena Duzán al campamento en las selvas del Caquetá. Luego de varios días “en poder de la guerrilla”, el pánico empieza de madrugada cuando uno de los guardias la despierta: “levántese y póngase las botas. Estamos en una emergencia. Interceptamos una radio de los chulos (Ejército) y oímos que decían avancen”.


En cuestión de segundos la periodista estaba de pie, “temblando del miedo y del susto, en medio de la oscuridad. Dos guardias se pusieron de lado y lado. Pasaban los minutos y ni un ruido se oía en el campamento. De pronto hubo un grito: “Alto, ¿quién es?”. Inmediatamente todos nos tendimos. Y allí estaba yo, sumergida en la inmensidad del fango, con dos tipos armados, en posición de ataque, en una noche sin luna. Ese día sí que ví la muerte cerca . Y todo por un armadillo que se la había pasado por los pies a una guerrillera. Sin embargo, el susto fue de tal magnitud, que cuando clareó y antes de reiniciar nuestra entrevista, le comuniqué a Jaime Bateman que si no me enseñaba a manejar una pistola, me volvería loca”. 


Siendo malicioso, se puede pensar que Bateman ya se había pillado lo eficaz que puede ser un susto bien administrado.
 

Caso Alexandra Pineda

El caso de esta reportera de El Espectador, que fue “invitada” junto con Pacheco para una entrevista a Jaime Bateman constituye una mezcla de las variantes del síndrome. Es sin duda la periodista que mejor ha descrito como se gesta el trastorno, mostrando lo eficaz que puede ser la manipulación por parte de un captor hábil en mezclar amenazas con frescura y gestos cordiales hacia sus invitados. Más que la entrevista, vale la pena transcribir algunas de sus reflexiones sobre el líder del M-19 a lo largo de esa insólita “cita con Pacheco” a mediados de 1981.


“Soltó una tremenda carcajada que estalló como una gran insolencia en medio de aquel ambiente salpicado de temores y amenazas. Tiene una risa fácil, casi permanente , que no desaparece de sus labios ni siquiera cuando está profiriendo amenazas tan terribles como la de impedir las próximas elecciones.


Estábamos allí, frente a cinco hombres y una mujer “armados hasta los dientes” y encapuchados, sentados en la misma mesa con ese costeño indolente y audaz que no parece conocer el miedo de tanto tiempo que lleva conviviendo con él … Y se ríe. Se ríe siempre, se ríe a carcajadas del temor y del peligro que no lo abandonan ni un solo instante de su angustiosa vida de fugitivo. Se ríe de la guerra y del susto que por su culpa se lleva la gente, se ríe del atentado con mortero contra el Palacio de Nariño, pero asegura sin embargo que ama la paz, que la desea y cree en ella. 


Es imposible negar el valor y la honestidad de alguien que se juega la vida cada día y cada noche por un ideal tan noble como la patria”.


Las amenazas de Bateman de sabotear las elecciones le parecen convincentes. “Hay muchas maneras: con unos disparos de mortero ¿cree usted que alguien va a votar a la calle 19?”. El país, según este alegre y belicoso anfitrión va como un tiro hacia la guerra civil, ellos están proponiendo la última posibilidad de sellar la paz, pero de todas maneras siguen haciendo la guerra, “y guerra es guerra, como dijo la monjita”. 


La periodista cierra su reportaje con una reflexión esclarecedora sobre la lógica de los diálogos con los violentos. “Entonces uno piensa que con esa misma sonrisa en los labios es capaz de todo lo que dice: de desatar una guerra y hacer correr la sangre nuevamente pero no sólo en los campos sino en las mismas calles de la patria. O bien de crear las condiciones propias para un golpe de Estado, de convertir a este país en un volcán en erupción, de hacer estallar el polvorín de una terrible lucha fraticida … Y entonces uno se pregunta si no vale la pena evitarlo”. 


Un detalle curioso es que esta entrevista hace parte de una recopilación con un título tan acertado como reconfortante.  


Caso Virginia Vallejo
El amor súbito y contundente de Virginia Vallejo por Pablo Escobar es un SEC más peculiar y colombiano que los anteriores. No tuvo que ver con la violencia física sino con  una manifestación que en el país se ha considerado equiparable: la violencia económica, el flagelo de la miseria. De cualquier manera, fue algo visceral y profundo desde ese momento único que ella misma describe con detalle.

Virginia había buscado una entrevista con Escobar con el fin de pedirle pauta publicitaria para su programadora de TV. El entonces político en ascenso la invita a que lo acompañe a hacer proselitismo en un basurero municipal. El escenario es de espanto y recuerda una sangrienta guerra. “Es el hedor de diez mil cadáveres en un campo de batalla a los tres días de una derrota histórica. Kilómetros antes de llegar ya empieza a sentirse”.

Ante tal atmósfera, que haría “retroceder de vergüenza al más duro de los hombres” el futuro amado avanza victorioso a su lado. La gente grita de entusiasmo. “Es él, don Pablo! ¡Llegó don Pablo! ¡Y viene con la señorita de la televisión!”.

Sensaciones tan fuertes como esos hombres y esas dificultades que enfrentan dejan huellas indelebles. “Junto a esa fetidez omnipresente, la mano guía de él en mi antebrazo transmitiéndome su fuerza … Y ya no me importan ni el hedor ni el espanto de aquel basurero, ni cómo consigue Pablo sus toneladas de dinero, sino las mil y una formas de magia que logra con ellas. Y su presencia junto a mí borra como por encanto el recuerdo de cada hombre que amé hasta entonces, y ya no existe sino él, y él es mi presente y mi pasado y mi futuro y mi único todo”.
Tanto las secuelas positivas del SEC, el apasionado romance con el capo, como las negativas, el desprecio de Virginia por el establishment y la élite de donde habían salido sus amantes anteriores, están relatados con detalle en sus memorias. El contraste entre el redentor y el resto del jet-set es palpable. “En un país donde ninguno de los magnates avaros tiene todavía avión propio, él pone una flota aérea a mi disposición … Hace el amor como un muchacho campesino, pero se cree un semental, y sólo tiene una cosa en común con los cuatro hombres más ricos de Colombia: yo. Y yo lo idolatro. Porque me adora, y porque es la cosa más divertida y exciting que haya pisado la faz de esta Tierra, y porque él no es avaro, sino espléndido”.